El autor del presente libro, Stephen Jay Gould ha sido una
de las mayores eminencias en el terreno de la paleontología del pasado siglo
XX. Es destacable su contribución al desarrollo del pensamiento evolucionista,
pues fue junto a Niles Eldredge coautor de una de las mayores aportaciones
teóricas a dicho pensamiento prácticamente desde las ideas de Charles Darwin en
el siglo XIX; se trata de la teoría que ellos denominaron “Teoría del
equilibrio puntuado”. El fundamento y la polémica que trae dicha aportación
teórica es que cuestiona las bases en las que se fundamentan las ideas del
darwinismo ortodoxo sobre la evolución, que exponen que la misma se desarrolla
en una uniformidad del ritmo de cambio evolutivo. Asimismo no sólo fue un gran
teórico de la paleontología; obras suyas como “El pulgar del panda” o “Dientes
de gallina y dedos de caballo” han permitido acercar la historia natural a una
gran parte de la población profana en dicha materia y en los conocimientos
estrictamente científicos.
En el libro que aquí nos ocupa es interesante destacar
especialmente 2 capítulos, uno que argumenta que el racismo justificado por una
supuesta desigualdad natural en las capacidades y/o habilidades de las
distintas “razas” (fenómeno prácticamente desechado hoy en día debido a la
increíble igualdad entre todos los seres humanos que no son suficientemente
distintos para distinguir entre ellos razas como en otros animales) carece no
sólo de una justificación moral, sino que desde el punto de vista científico
carece de ninguna base sólida en vista al registro fósil que deja en evidencia
que todos los seres humanos descendemos de una pequeña población africana, de
ahí el gran parecido génico de todos los seres humanos entre sí de las
distintas “razas” y las pocas diferencias superficiales entre ellos como puede
ser el color de la piel. En el otro capítulo que he destacado habla del gran
embriólogo Ernest Everett Just, quién aportó una gran comprensión al
conocimiento de las membranas celulares, sin embargo topó con el ostracismo y
la falta de apoyo a sus trabajos por tratarse de un negro en los Estados Unidos
de los años 20 y 30 del pasado siglo.
Asimismo también son destacables capítulos en los que
realiza profundas críticas a las teorías pseudo científicas que tratan de
justificar las desigualdades sociales basándose en la composición génica de los
individuos (bien avenidas en los 80 para justificar el reaganismo y
thatcherismo y su represión hacia las clases más desfavorecidas) o su defensa
de que la extinción de los dinosaurios y otras criaturas del Mesozoico (Era
Secundaria) fue por la colisión de un meteorito (de ahí la capa de iridio un
mineral escasísimo en la Tierra y abundante en los meteoritos y en los estratos
que separan el final de la Era Secundaria de los inicios de la Terciaria) en lo
que hoy es actualmente el sureste mejicano, hoy ampliamente aceptada por la
comunidad científica.
Por otro lado destacar que Gould fue un firme opositor a la
intervención imperialista de Estados Unidos en Vietnam, participando junto a otros
científicos en la plataforma “Ciencia para el Pueblo” (Science for the People).
Finalmente quisiera acabar esta reseña con una frase de Marx que cita Gould en
este libro y que quiere reflejar lo que la ciencia era para este científico
fallecido en 2002 “Hasta el momento los filósofos no han hecho más que
interpretar el mundo de diversas maneras; de lo que se trata no obstante, es de
cambiarlo”.
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